De cielo cayó una roca
Por: FREDDY MORENO CÁRDENAS
Centro de Estudios Astrofísicos, Gimnasio Campestre


Introducción
Pocos meteoritos metálicos eran conocidos por la ciencia a principios de siglo XIX. Para 1823 cerca de trece de estos cuerpos habían sido reportados, ocho de los cuales eran pequeños especímenes colectados por el Museo de Viena (Buchwald y Wasson, 1968). Humboldt en 1823 informó a la Academia Francesa a través de la misiva enviada por el naturalista francés Jean Baptiste Boussingault, el descubrimiento y análisis de unas masas meteóricas en la Gran Colombia (Ramírez, 1950). Boussingault y Mariano Rivero habían sido contratados por el gobierno para buscar recursos minerales que ayudaran a la economía de la recién formada república. Al llegar a Cerinza (Boyacá) escucharon las primeras noticias de una masa de hierro “Nos aseguraban que en Santa Rosa (Boyacá) se encontraban menas de hierro excesivamente pesadas. Al pedir informes nos llevaron a donde el herrero para mostrarnos una gran pieza de esa mena, que le servía de yunque. Cuál sería nuestra sorpresa al reconocer en el dicho yunque, una masa de hierro metálico de forma bastante irregular con numerosas vacuolas en su superficie y recubierta de un barniz carmelita y que tenía, en una palabra, todo el aspecto de una masa de hierro meteórico” (Boussingault, 1892).

Esta masa de hierro había sido encontrada por la joven llamada Cecilia Corredor en la colina de Tocavita (Floresta, Boyacá), a un cuarto de legua al este de Santa Rosa de Viterbo, el sábado santo de 1810. La masa estimada inicialmente fue de 750 kilogramos. Al parecer el meteoro fue visto el día anterior, es decir el viernes 20 de abril como nos lo relata el sabio francés quien visitó el sitio del hallazgo en 1823: “todavía pudimos ver, al indicarnos el sitio, una cavidad no muy profunda, de donde el bloque había sido retirado; este objeto, evidentemente cayó en la noche que precedió al sábado santo, porque nadie lo había visto antes, aun cuando el punto de la loma en donde fue encontrado se halla cerca de un sen­dero que los habitantes de la población toman ordinariamente para ir a buscar leña en el bosque. Lo que apoya esta opinión es que, esa misma noche, habían visto un globo de fuego que avanzaba a gran velocidad, a ras de tierra hacia el SO” (Boussingault, 1892).

En la actualidad existe una tradición oral en Floresta que cuenta que en plena celebración de uno de los días santos se sitió un sismo y luego un fuerte ruido y que, al día siguiente, la población amaneció cubierta por una niebla muy oscura y con un olor extraño.

La descripción de Rivero y Boussingault dice que los habitantes se reunieron para bajar el meteorito utilizando bueyes y rejos y que quedó depositado durante siete años frente al Cabildo, tiempo después “lo llevan a la herrería de Manuel Corredor, no pudo servir de yunque porque no tenía parte plana” según cuenta Montañés (1943). Los jóvenes científicos compraron el me­teorito para el Museo de Bogotá a Cecilia Corredor y le pagaron 20 piastras (100 francos). Al parecer la cantidad de cuerpos que cayeron fue abundante que muchos pobladores tenían muestras: “Tan pronto como corrió la noticia de nuestra compra, vinieron gentes a ofrecernos pedazos de hierro de los que compramos una docena de muestras. Con uno de los meteoritos de Santa Rosa se forjo una hoja de espada la cual se ofreció al Libertador Simón Bolívar con una dedicatoria que de­cía: “Esta espada ha sido hecha con hierro caído del cielo para defensa de la libertad” (Boussingault, 1892). Pero la hoja metálica resultó no ser muy buena y en la actualidad no se conoce el destino del arma..



Otras masas encontradas

El geofísico Jesús Emilio Ra­mírez S. J. fue quien más se preocupó por documen­tar esta caída, posiblemente porque en Santa Rosa existió por mucho tiempo un seminario jesuita. Gracias a lo anterior se lograron identificar dos meteoritos, el primero descubierto en 1926 por Daniel Velásquez S.J.  y el señor Claudio Montaña, a un kilóme­tro al este de la plaza de Santa Rosa dentro de los predios del Seminario Jesuita. Su masa es de 38.4 kilogramos.

El otro fue encontrado en 1942, en la zona llamada La Mesa en los límites de Floresta y Beteiteiva (Bo­yacá), es de forma triangular y pesa 100.5 kilogramos (Forero,1955).  Otra masa fue hallada en el año 1969 durante una salida de campo de es­tudiantes de Geología de la Universidad Nacional en las cercanías de la Mesa. Su masa es de 120 Kilogramos, tiene una forma irregular, caracterizada por la presencia de cavidades, con brillo mate y vestigios de corteza de fusión (Gil y Concha, 2006). Otra masa fue cedida hacia 1957 al señor Santiago Caro Carrillo funcionario de la Siderúrgica Paz del Río, por Arístides Gutiérrez París. En la actualidad pertenece a la familia Jiménez Caro. Tiene una apariencia irregular como los anteriores, con numero­sos regmaglifos y corteza de fusión. Sus dimensiones son 14*17* 27 cen­tímetros y tiene un peso aproximado de 19 kilogramos. En los últimos años se han encontrado otros cuerpos como un meteorito de 13 Kilogramos y otro de 3 kilogramos, cerca de Otenga (Beteitiva), pertenecientes al Observatorio de la Universidad Sergio Arboleda. Y otra masa de 4 kilogramos de propiedad de Raúl Joya

Otra masa de 3,1 kilogramos encontrada en la vereda de Tocavita perteneciente al señor Luis Becerra. En la vereda de Aguachica (Beteitiva) se encontró una masa de 4.3 pertenecientes a Jaime Torres.  Existe otro meteorito de 30 Kilogramos, encontrado en la vereda de Tocavita Floresta, de propiedad del Coronel Granados.

La masa principal fue comprada por Boussingault para el Museo de Bogotá a Cecilia Corredor por veinte piastras piastras (cien francos). Así este meteorito se convirtió en la primera pieza del Museo Nacional aunque no pudo ser llevado a Bogotá, por lo pesado y quedó abandonado en la plaza de Santa Rosa. Sin embargo, los habitantes de la población cuidaron el regalo que les había caído del cielo. A mediados del siglo XIX la Comisión Corográ­fica reconoció la importancia del meteorito, que permaneció abandonado en el patio de la casa de la familia Solano e hizo notar la falta de recursos para enviarlo al museo y de un herrero para tomar una muestra (An­cizar, 1853). En 1875 el aerolito es puesto sobre una columna estriada hecha por la ciudadanía, siendo alcalde el Sr. Emilio Montañés (Monta­ñez,1943). A finales del siglo XIX, Alfred Hett­ner (1892) recogió una anécdota interesante según la cual el meteorito era propiedad del emperador de Alemania y por lo tanto estaba protegido contra la destrucción.



Ward viene a Colombia

A principios de 1906 Henry Augustus Ward, profesor de Historia Natural originario de Rochester, N. Y., colector de piezas para museos y aventurero, decide visi­tar el corazón de Colombia con el objetivo de asegurar para la ciencia el gran meteorito de Santa Rosa e incrementar su colección. Ward encontró el aerolito sobre la columna estriada junto a la fuente que suministraba el agua para la villa. Verificó su peso y vio que había sido sobrestimado, pues sólo alcanzó 612 kilogra­mos. Según palabras de Ward los habitantes apreciaban en grado sumo el siderito y sabía que era difícil adquirirlo, por lo tanto, fraguó un plan y les propuso hacer una estatua del General Rafael Reyes, presidente de Colom­bia por esta época y quien había nacido en esta población, a cambio del meteorito de la plaza. Al gobernador de la región de Tun­dama le gustó la idea y en una tormentosa reunión con el alcalde y otros funcionarios forzaron la aprobación del plan. Tarde en la noche Ward invitó a los habitantes a una gran cena en el hotel donde se hospedaba y mientras ellos comían y bebían, un piquete de 50 soldados silenciosa y rápidamente bajó el meteorito y lo colocaron en un carruaje de bueyes (Plotkin, 2006). El profesor salió al siguiente día para Bogotá, pero al llegar a la estación de La Caro el 10 de marzo (El Mercurio, marzo 10/1906) un joven periodis­ta (posiblemente Quijano Mantilla) denunció lo sucedido al presidente y el mismo General Reyes ordenó a la policía retener el carro y su carga (El Mercurio, marzo 22/1906). Ward entonces entabló una demanda para hacer respetar los derechos que tenía al haber hecho un negocio con las autoridades de Santa Rosa. Al parecer se llegó a un arreglo   pues el 14 de marzo, el Ministro Cuervo Márquez le comunicó al Director del Museo Nacional que el Ministerio había acordado ceder al profesor Ward uno los aerolitos que existían en el Museo y darle una parte del que trajo de Santa Rosa de Viterbo, en fragmento obtenido por corte de sierra y en la cantidad necesaria para que se apre­ciara su contextura (López,1996). La roca fue llevada a la ferrería que operaba en la hacienda La Pradera del municipio de Suba­choque (Cundinamarca) sitio que poseía un cepillo para realizar los cortes.

Finalmente, el profesor Ward logró parte de su cometi­do, una pieza de 150 kilogramos de parte más delgada del meteorito, la que había sido usada como yunque y una parte de la masa del de Rasgatá que pesó cinco y medio kilogramos y que había permanecido en el Museo. Posteriormente el Ministro envió 25 libras de virutas producidas durante el corte a la Facultad de Matemáticas e Ingeniería de la Universidad Nacional con el fin de que se hiciera un análisis científico de este cuerpo mineral (López,1996). Este estudio lo realizó Ricardo Lleras Codazzi (1916)). En la actualidad el Field Museum de Chicago posee un bloque de 99,34 kilogramos del cortado por Ward (Nuñez,1998), el resto fue cortado y vendido.

La pérdida de parte del aerolito de Santa Rosa generó descontento dentro de los capitalinos gracias a la publicación en la prensa del caso anterior, aunque la mayoría de ellos no lo conocía. Con el meteorito ya en el Museo Nacional, gracias a Ward, el público no dejó de llamar la atención la pérdida de parte del aerolito, como lo demuestra que 16 años más tarde Joaquín Quijano publicara un artículo, donde re­cordaba cómo el aerolito fue mutilado ante la indolencia de las autoridades, lo cual generó inquietud sobre la autenticidad del fragmento que permanecía bajo custodia del Museo Nacional. El hecho suscitó una noticia periodística en 1922 en la que se plantearon las siguientes interrogantes: ¿El fragmento de hierro que se exhibe como tal es el aerolito íntegro? ¿Es un facsímil fabricado con hierro ordinario?

Posteriormente el hierro de Santa Rosa fue expuesto en diversos sitios: el Museo Nacional lo cedió en 1943 a la Universidad Nacional (López,1996), donde el padre Ramí­rez lo vio abandonado en el Laboratorio de Resistencia de Materiales. En 1949 el museo lo solicitó nuevamente a la Universidad. En 1951 el museo estimó su masa en 411 kilogramos (López,1996). Después estuvo expuesto en el Planetario de Bogotá entre 1969 y 1992 y retornó nuevamente al museo donde reposa actualmente (ver portada). La masa del aerolito de Santa Rosa fue esti­mada por Ward (1907) en 612.5 kilogramos lo que quiere decir que hacia 1951 había per­dido una tercera parte. Según este profesor el corte realizado fue de 150 kilogramos y 11,34 kilogramos de virutas resultantes de la anterior operación (López, 1996) lo que hace pensar que este cuerpo sufrió una mu­tilación adicional de 39 kilogramos, que no está documentada. Posada (1938) nombra al inglés Levy Appel como responsable de la traída y corte del meteorito, sin embargo, no hay prueba alguna de lo anterior y la respon­sabilidad de Ward está bien documentada, pero podría dar indicios de otro personaje que estuvo interesado en obtener parte de la roca.

La clasificación de los meteoritos de Santa Rosa y Floresta no está de­finida plenamente debido a que en los análisis realizados los resultados no han sido homogéneos, en ocasiones se observa la estructura Widmäns­taten (Partsch y Wohler, 1852; Ward,1907), mientras que otros autores lo agrupan den­tro de las ataxitas (Grady, 2000; Hutchinson, 2004). Los estudios realizados en la masa encontrada en 1969 también mostraron dife­rencias siendo catalogado como una hexahe­drita (Gil y Concha, 2005) y como anómalo (Buchwald,1977; Gil y Concha, 2006).  El estudio de la masa perteneciente al De­partamento de Geociencias de la Universidad Nacional de Colombia lo sitúa dentro de las hexaedritas, debido a su bajo contenido en Níquel (4.9%), a la ausencia de la textura Widmansttaten, y a la presencia de las líneas de Neumann en todas las muestras estudiadas (Gil y Concha, 2006).



Bibliografía


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Hettner A.(1892).Viajes por los Andes colombianos: (1882-1884); primera versión castellana de Heinrich Henk. Talleres Gráficos del Banco de la República, 1976, pág. 212.
Lleras Codazzi, R.(1916). Los Aerolitos. Contri­bución al estudio de los minerales de Colombia. CEGOG, pp 34 - 40.
López F.(1996). Cronología del aerolito de Santa Rosa de Viterbo. Colección Museo Nacional de Co­lombia. Reg. 874, pp. 1- 25.
Montañés I. (1943). Documentos de Jesús E, Ra­mirez. Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco. Pontificia Universidad Javeriana.
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Quijano J. (1922). Los abolengos. El Tiempo. Octu­bre 17 de 1922. Bogotá.
Partsch P y Wolher F. (1852). Analyse des Meteorei­sens von Rasgatá in Neu Granada. Sitzunsberichte der math.-naturw. Akademie der Wissenschaften. Vol VIII Bd., S. 496, pp. 1 -12.
Plotkin, H. (2006). Henry A. Ward and the recovery of the Santa Rosa, Colombia, meteorite. Meteori-tics and Planetry Science. Vol.39. Annual meeting of meteoritical Society. 2006 Rio de Janeiro.
Posada E. (1938). Apostillas de la historia colom­biana. Editorial Kelly.1978, pp 437-439.
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Ramírez J. E. (1950). La historia del aerolito de Santa Rosa de Viterbo. Boletin de Historia y Anti­güedades. Academia Colombiana de Historia, Vol. 37, No. 432-434 (Oct.-Nov.Dic,1950), pp. 641-658.
Ward H. A. (1907). Colombia Meteorite Localities: Santa Rosa, Rasgatá, Tocavita. American Journal of Science, Vol XXIII, January 1907, pp1-7







































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